Pensando en voz alta

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miércoles, 19 de abril de 2017

Cómo identificar a un “gilipollas” en 6 pasos

No sé si ya lo habréis visto, pero circula por redes sociales estos días una ilustración (comúnmente llamada meme en internet) que no tiene desperdicio alguno:




Pues eso.

El caso es que da la sensación de que cada vez más gente tóxica nos rodea y con mayor frecuencia se pueden hacer hueco, de alguna manera, en nuestras vidas. Y, en el peor de los casos, en nuestros corazones. Vamos a centrar nuestra atención en este último aspecto, si os parece. 

El principal problema es que a veces tardamos más de la cuenta en identificarlos. No es de extrañar que, con tanto acceso a información y poco tiempo para procesarla, estos “gilipollas” (palabra española donde las haya) encuentren mil y una maneras de disimular y camuflarse entre el resto de la buena gente. Te hacen creer que son de una manera, pero acabas descubriendo que en realidad son de otra. 

No te dejes engañar. Al final el tiempo pone a cada uno en su lugar y antes se pilla a un mentiroso que a un cojo... Aunque la idea aquí es ahorrarse tiempo, pasar página y eliminar lo tóxico de nuestras vidas lo antes posible. Por ello, aquí van 6 claves para ayudarte a identificar a cualquier “gilipollas” que decida cruzarse en tu camino.  

1. Las prisas no son buenas

Ni cuando tienes veintitantos, ni mucho menos cuanto tienes treintaytantos. Cuando alguien quiere hacer todo deprisa y corriendo, probablemente esconda detrás otras razones que le harán después perder el interés con mayor facilidad. Ya lo dice el refrán: las cosas de palacio van despacio y quien sabe esperar acaba encontrando lo que busca. Es cuestión de tiempo y de alcanzar el equilibrio entre las decisiones que tomamos y las circunstancias a las que tenemos que hacer frente. Así que tú mejor disfruta del camino mientras llegas a tu destino.

2. No escuches palabras, analiza acciones

Se trata del “por nuestros hechos nos conocerán” que hemos escuchado de nuestras abuelas toda la vida, pero llevado a la práctica. Y no hay mayor verdad que ésta. La mejor manera de decir es hacer. Sin ninguna duda y bajo cualquier contexto. Si bien es cierto que las palabras tienen un gran valor y a las mujeres nos encanta que nos regalen el oído, las palabras se las lleva el viento... Lo que realmente cuentan son los hechos, las acciones, los esfuerzos (reales) de alguien que quiere algo y que encuentra la manera de demostrarlo. Y no creas que necesitan hacer grandes cosas. Son los pequeños detalles los que cuentan. Así que ya sabes: tápate los oídos y abre bien los ojos. 

Una vez leí por ahí que las palabras tienen tanta autoridad que generan el valor de engrandecernos o la tristeza de empequeñecernos, según se usen. Esto hace que quien tenga la necesidad de utilizarlas también sea consciente de su poder y lo haga, idealmente, con responsabilidad. Sin embargo, las personas tóxicas lo harán para causar daño, provocar miedos, cultivar amarguras y producir lágrimas en otros, sin ningún fin o, incluso, con el fin de beneficiarse a sí mismas. Aunque nos cueste creerlo, existe gente así. Son las mismas personas que cargan innecesariamente su propio interior con problemas, hábitos y actitudes negativas. Frustraciones personales que descargan continuamente en los demás, sin causa pero con efecto. Sólo de ti depende que no se salgan con la suya.

3. No importa la edad, lo que cuenta es la madurez

No caigas en la trampa: que sea mayor no quiere decir que haya madurado. Hay mucho cuarentón con síndrome de Peter Pan. Y mucho yogurín construyendo su propia familia (si no que se lo digan a Piqué y Shakira). Aunque al final siempre se quedan al descubierto, a veces es complicado identificar si el que tenemos delante en cuestión es un hombre hecho y derecho o es un niñato. No es tan evidente darse cuenta, saben darle un buen uso a sus cualidades. 

Si quieres confirmarlo antes de que el daño sea mayor, aquí tienes algunos ejemplos del sospechoso comportamiento de su supuesta madurez: 
  • Si lo quiere todo sin tener que renunciar a nada... Si se puede quedar con todo lo que tú le das sin devolverte nada a cambio, no dudes que lo hará. 
  • Si a veces quiere contigo, otras sin ti y de nuevo otra vez contigo pero sin ti... 
  • Si habla mucho, pero hace poco de todo eso que te dice...
  • Lo que tampoco falla a la hora de identificar a un inmaduro es su nivel de susceptibilidad: qué tan mal se toma tus consejos (no le gusta que le digan lo que tiene que hacer), qué tanto se agobia o se hace el loco con tus ganas de hacer planes a futuro (así sea ir a cenar, pasar un fin de semana fuera o juntarse con amigos), qué tanto necesita su espacio (hoy tiene plan con sus amigos, mañana futbol, pasado una reunión y siempre, siempre, mucho trabajo). Vamos, que aunque todo lo anterior no fueran excusas, tú seguirías siendo la última en su lista de prioridades. Eso sí, ten por seguro que él, sin embargo, no te permitirá que no lo tengas  a él como prioridad. 
  • Asume el rol de víctima, se queja de todo, potencia el lado negativo de las cosas y tiende a culpar a los demás de sus males... 
  • El egoísmo es uno de los mayores indicativos, el gran punto débil de las personas tóxicas. Y se traslada a todos los aspectos de la vida. El que es egoísta lo es en cualquier contexto: amor, trabajo, amistad, sexo, comida, etc. El tóxico se pone a sí mismo en primer, segundo y tercer lugar. Te vuelves condescendiente con él porque crees que en realidad no sabe compartir y tratas de justificar su comportamiento, pero al final terminas descubriendo que no es poder, es querer. No quiere compartir, ni renunciar, ni ceder. Todo lo que no sea en beneficio propio, siempre estará en otra realidad paralela a la suya. 
  • Le encanta hablar de sí mismo y necesita reforzar continuamente sus virtudes, olvidando a las personas que tiene alrededor (aunque sean más interesantes)¡Cuidado! Hay mucho narcisista suelto que necesita alimentar su ego de todas las maneras posibles. Los hay que coleccionan ilusiones. Sí, has leído bien. Éstos no se conforman con conquistar, sino que sienten también la necesidad de enamorar a los demás. Eso es, sin duda alguna, un gran reto para alguien con un bajo nivel de autoestima y seguridad. Sobre todo cuando su presa se antoja tan inalcanzable como tú. 

Las apariencias también engañan: no son tan atractivos ni inteligentes como parecen. De hecho, en cuanto escarbes un poquito, podrás comprobar que dentro no tienen mucho más que ofrecer. Al menos, nada que compense las penas. Ni merezca la pena. 





4. A nadie más le gusta, sólo a ti. 


A veces es bueno dejarse guiar por lo que dicen los demás, sobre todo si se trata de la gente que te quiere. Si tu familia y amigos te dicen que no les gusta o, si no te lo dicen, pero sabes que es así, seguramente estén en lo cierto. Cuando alguien te conviene, las personas que te quieren lo saben. Te ven feliz. Y esa felicidad  es honesta y sincera. Si no es así, todavía se nota más. 

Si tu entorno y la persona tóxica en cuestión no pueden relacionarse, si él no quiere mezclarse con tu ambiente cercano o si, incluso, no quiere mezclarte con el suyo (sólo lo justo y necesario), es por algo. Estas personas son, por lo general, muy manipuladoras y no quieren que descubras la verdad. Te alejan de todo lo que para ellos pueda suponer una amenaza, tanto de su entorno, como del tuyo.  

5. A las primeras señales contradictorias, ¡puerta! 

Ciao, ciao. Adéu siau. Marchando, que es gerundio. Donde hay buena intención, no hay lugar para la confusión. Y si te sientes confundid@, frustrada@, inquiet@ y otras sensaciones irracionales, que no son positivas y que, aún sintiéndolas, no se las puedes compartir porque la otra persona no se muestra comunicativa... Esto no pinta bien y lo sabes. En toda relación sana se puede hablar de las alegrías y de las penas y, cuando algo preocupa, se explica para saber qué está pasando y cómo resolverlo. 

Déjate llevar por tu intuición. El ser humano sabe mejor que nadie cuando algo no encaja... No te engañes, hay algo más detrás. Y probablemente tú estés ya fuera de juego sin saberlo. 

Tampoco trates de encontrar una explicación, no siempre hay una respuesta para todo. A veces simplemente la gente no es como pensamos, como nos hacen creer o como nos hemos imaginado. Aunque tal vez una de las claves de este enigma sea algo que se escucha cada vez más por ahí sobre los jóvenes de hoy en día de los que, dicen, quieren tenerlo todo sin tener que renunciar a nada. Aplicado a este análisis sentimental, sería algo así como querer tener lo mejor de estar en una relación sin tener que renunciar a lo mejor de estar solteros. Algo que, cuando la relación se empieza a consolidar, ya sabemos que es incompatible. 

6. Todo es cuestión de confianza.

Para bien y para mal. Si confías y sientes la mayor tranquilidad, seguramente esa paz interior te está diciendo que todo está bien. Si, por el contrario, sientes que algo no te cuadra, probablemente sea porque de verdad no cuadra, por mucho que pongas de tu parte. Si crees que no podrías meter la mano en el fuego a la hora de decir con voz alta y firme que tú eres la única persona en su vida (sexual)... no lo dudes, no lo eres. 

Hay personas que consiguen sacar lo mejor de nosotros mismos y hay otras que sacan lo malo o, incluso, lo peor. Sólo con las primeras podemos tener una buena relación. O sólo con ellas deberíamos tenerla. A veces, simplemente elegimos mal y hay que seguir probando. No escogemos de quién nos enamoramos, pero sí decidimos con quién tener una relación. 

Recuerdo cuando una amiga, probablemente la más intuitiva de todas, nos contó que sentía que había alguien más en su relación (que no eran ni ella ni su novio, por supuesto). En esa ocasión la intuición no le falló, pero el corazón y la razón sí. Ahora lo sabemos. Entonces no lo vio o no quiso verlo. Y claro, como podéis imaginar, fue peor el remedio que la enfermedad. El cretino en cuestión le había hecho creer, entre muchas otras cosas, que las marcas que tenía por el cuerpo se las había hecho ella. Se lo dijo tan convencido que al final ella misma le creyó. Por muy evidentes que nos parezcan a veces las señales, cuando hay otros factores en juego no es tan fácil darse cuenta. 

Cuando una persona se enamora, queda muchas veces fuera de control y actúa contra toda lógica y pronóstico. Y es que, por el contrario, hay otras que tienen una facilidad innata para el engaño. Atrapan y envuelven. Su patología crónica les hace a ellos mismos ser víctimas de sus propias mentiras. Y lo más sorprendente es que no se dan cuenta de que ellos mismos son sus peores enemigos. Se creen, con toda convicción, las trolas que intentan colar a los demás. 



Tarde o temprano, llega el momento en que te das cuenta de todo. Abres los ojos, ves la realidad. Y más vale tarde que nunca. Afortunadamente siempre se puede sacar, como mínimo, una lección. La vida es continuo cambio y los cambios buenos son. Sobre todo cuando una de las dos partes ya no está en la misma página. Si se esfuman las ganas, el esfuerzo o la buena disposición, es el momento en que la relación deja de compensar. Todo es una balanza, la clave está en encontrar el equilibrio. Hay momentos y situaciones que nos dejan de manifiesto que alguien ya no vale la pena para nosotros, que no merece ni un segundo más de nuestro tiempo ni nuestra atención. A veces son más las ganas de estar con alguien que las de ese alguien en particular. Y eso hace que veamos lo que queremos ver, más que lo que en realidad tenemos delante. Recuerda que nadie te va a dar prioridad si no te pones tú en primer lugar. 

No hay nada más difícil que dejar ir. Sin embargo, tampoco hay mayor satisfacción, cuando pase el tiempo, que saber que hiciste lo correcto alejando a esa persona de tu vida. A todos nos han decepcionado alguna vez, pero no debemos dejar que eso nos impida creer en nosotros mismos y volver a creer en los demás. Vencer los miedos para empezar de nuevo, sin perder ni un segundo más de nuestro valioso tiempo, es una de las decisiones más acertadas que se pueden tomar en todos los ámbitos de la vida, no únicamente en el sentimental. Eso nos ayuda a generar un espacio para que puedan entrar otras personas y otras cosas que nos aporten más y mejor, que le den sentido a nuestras preferencias y que nos ayuden a construir un mundo sano y equilibrado alrededor. 

Alguien me dijo en una ocasión que gracias a cruzarnos con este tipo de personajes aprendemos a comparar y a distinguir. Conocerlo y sufrirlo en primera persona te ayudará a valorar todo lo bueno que venga después y que sí merezca la pena. 

No podemos evitar la existencia de personas tóxicas, pero sí podemos evitar que los gilipollas lo sean todavía más a nuestra costa. 


Lo mejor siempre, SIEMPRE, está por llegar. No lo olvides nunca.